22 de febrero de 2010

Formación de una piedra roja y mi propia piedra roja.

Al nacer nuestros corazones son piedras grises de forma esférica o cúbica, dependiendo de la persona. Con los años esto no varía. Sigue con la singular forma, no extraña por si sola, pero si cuando se habla de un corazón. Como si nada pasara, el órgano sigue haciendo la función de bombear sangre negra a todo el cuerpo, pero lo único que desea es poder verse como toda persona cree que es verdaderamente un corazón, rojo y con una patética pero simpática forma, con dos ondulaciones que se juntan formando una saliente. Esta metamorfosis no llega hasta la adolescencia o en otros casos la adultez, donde se puede sentir la pasión del amor. Cuando la otra persona ama sinceramente a este corazón, los cariños y mimos lo tallan, hasta darle la clásica y popular forma. Una vez completado este proceso, la sangre se tiñe de rojo y el corazón aumenta su tamaño y late con más énfasis que nunca. Pero dedica todo ese énfasis en la otra persona, y se enorgullece de llamar a ese sentimiento amor.

El otro día sentí algo dentro de mi, no supe lo que era y lo ignore. Pero empecé a toser y termine por escupir mi corazón. Al no tener sangre volvió a su color grisáceo normal, pero pude darme cuenta de qué tan bien tallado estaba, con su tradicional forma de corazón.
Este es el fruto de tu amor, un corazón bien formado, y por eso quiero regalártelo. Aquí está. Este es, y lo dejo en tus manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario